Educación a través del arte
En las escuelas Waldorf el arte cumple un papel especial como
medio educativo. La actividad artística exige fantasía y creatividad y
desarrolla la sensibilidad por las cualidades. Por un lado se traduce siempre
en un medio sensorial (colores, formas, tonos, sonidos, etc.); por el otro
lado, como expresión de una voluntad plasmadora no sensorial, trasciende la
manifestación puramente sensorial. Por eso es el mejor mediador entre la
naturaleza sensoria y la naturaleza espiritual del ser humano.
A la vez ocupa
un lugar intermedio entre el juego infantil y el trabajo humano: “La práctica
educativa y didáctica debe tender al ideal de despertar en el niño la sensación
de que él aprende con la misma seriedad con la cual juega mientras el juego es
el único contenido anímico de la vida. Una práctica educativa y didáctica que
tiene conciencia de esto le otorgará el lugar adecuado al arte y le brindará el
espacio necesario a la dedicación al mismo” (Rudolf Steiner: “Pädagogik und
Kunst”, “Pedagogía y arte”, en “Der Goetheanumgedanke”, “La idea del
Goetheanum”, GA 36, pág. 290). Así como de la vivencia en imágenes surge la
comprensión en conceptos, también la actividad artística puede favorecer la
inteligencia: “Si se toma conciencia de la medida en que se puede desarrollar
lo intelectual a partir de la educación artística en la niñez, entonces se
estará dispuesto a darle al arte el lugar que se merece en la escuela primaria”
(“Pädagogische Grundlagen und Zielsetzungen der Waldorfschule”, “Fundamentos
pedagógicos y metas de la escuela Waldorf”, pág. 21).
Al respecto Friedrich Schiller se expresa en términos
radicales en sus cartas acerca de la educación estética del ser humano: “No
existe otro camino para desarrollar la racionalidad del ser humano sensitivo,
que desarrollar primero su sentido estético”.
Mientras que en tiempos de la fundación de la escuela Waldorf
el arte cumplía un papel totalmente marginal en la educación oficial, en las
últimas décadas la noción de Steiner se va confirmando cada vez más y desde los
más diversos puntos de vista. Lo que se encuentra mejor investigado y
documentado es la significación de la educación musical como promotora de la
inteligencia y particularmente de la competencia social (Ernst Waldemar Weber,
“Musik macht Schule”, “La música hace escuela”, Essen 1993). En su libro
muy leído “La inteligencia emocional”, el estadounidense Daniel Goleman muestra
convincentemente cuán importante es una buena educación del ámbito emocional en
nuestra sociedad actual tan propensa a la violencia. Una capacidad perceptiva incrementada,
sentido del estilo y sensibilidad cualitativa, pero también la afirmación de la
propia voluntad expresiva, son elementos eficaces para desarrollar la
inteligencia emocional; y son elementos que se desarrollan a través de la
actividad artística, centrada en un aspecto diferente para cada etapa del
desarrollo.
La escuela Waldorf es el primer modelo escolar que hace
décadas intenta concretar tales convicciones.
Pedagogía Waldorf en el jardín de infancia
Con el comienzo del nuevo milenio las expectativas en cuanto a la educación
de los niños pequeños han ido en ascenso. Mientras más rápido son introducidos
al mundo adulto, el tiempo que disponen para disfrutar y vivir su infancia a
plenitud va en descenso de una manera acelerada. La desaparición de la infancia
es un fenómeno contemporáneo y es el resultado de un desconocimiento de las
verdaderas necesidades del niño, que conlleva a consecuencias nefastas para su
desarrollo futuro.
Basado en un conocimiento profundo de las necesidades del niño, el Jardín de
Infancia Waldorf lo acoge con respeto, reconociendo su individualidad y
proporcionándole un ambiente hogareño, propicio para el despliegue de todas sus
facultades innatas. Como resultado de este enfoque educativo tendremos en el
futuro jóvenes adultos seguros de sí mismos, con aportes novedosos y valiosos
para el mundo actual, producto de un pensar claro y creativo, llenos de
iniciativa, sensibilidad social y con una vida emotiva rica y estable, todo
esto fundamentado en un fuerte y activo sentido de lo que quieren realizar en
la vida.
Desde el momento del nacimiento del niño trae consigo un impulso, un deseo
de querer reconocerse así mismo y relacionarse con el mundo que le rodea, está
completamente abierto hacia su entorno, por lo que las impresiones sensorias
que recibe tienen un impacto profundo en su desarrollo físico, emotivo y
cognitivo.
El niño pequeño tiene una confianza total en su medio ambiente lo que lo
hace especialmente vulnerable a todo lo que sucede a su alrededor y debido a
esta apertura aprende a conocer el mundo a través de sus sentidos. Es por eso
que en los Jardines de Infancia Waldorf se tiene un cuidado muy especial por
todo el ambiente que rodea al niño, proporcionándole en todo momento una
riqueza de impresiones sensoriales que le permiten una relación auténtica con
su entorno, brindándole oportunidades para contactarse con la naturaleza que le
rodea a través de: juguetes que están hechos de material natural cuidando
además la cualidad de sus formas, alimentos orgánicos y sanos, el uso de
acuarelas y crayolas hechas con tintes naturales con las que el niño puede
entrar en contacto con el brillo y la verdadera cualidad del color, el uso de
cera de abejas para modelar, los colores suaves de las paredes, entre otros.
Podríamos decir entonces que "nutrimos al niño a nivel sensorio" ya
que todas estas impresiones sensoriales constituyen un alimento para su alma y
modelan sus órganos internos, de la misma manera como los alimentos nutren al
cuerpo físico. De esta manera el dicho popular: "dime lo que comes y te
diré quién eres", puede ser igualado a "dime que tu niño percibe y
experimenta y te diré quién será en el futuro".
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